El martirologio romano relaciona a Santa Otilia, Santa Clara y Santa Lucía con la curación milagrosa de enfermedades de los ojos. Santa Lucía, patrona también de los oftalmólogos, es la más conocida en nuestro entorno, sin embargo, Santa Otilia, patrona también de los ópticos-optometristas, es venerada con mayor profusión en la Europa continental. Su historia, a caballo entre la evidencia proporcionada por los documentos históricos y las leyendas sembradas y difundidas durante la Alta Edad Media en la Europa occidental, merece la pena ser contada por ser bagaje imprescindible en el imaginario colectivo de nuestra profesión.
La historia de Santa Otilia, entre la realidad y la leyenda
Otilia u Odilia fue hija primogénita del duque alsaciano Adalrico, pagano recién convertido al cristianismo y su esposa Beresbinda. Nació ciega, en la segunda mitad del siglo VII d.C (660 dC?), y por este motivo fue repudiada por su padre. Fue salvada de la muerte al ser entregada por su madre al monasterio de Balma, identificado según diferentes historiadores como el de Beaume-les-Dames (cerca de Besançon) o el de Moyenmoutier. Allí fue bautizada a los 12 años por el obispo San Erardo (Erhard de Regensbug), acontecimiento que, según la leyenda, motivó que recuperara la visión al tocar sus ojos con los santos óleos. Fue por ello llamada Otilia, que significa “hija de la luz”.
Años después, su hermano pequeño Hugo conoció su historia y la llevó de vuelta al hogar paterno. Sin embargo, su padre, preso de un arrebato de ira, mató a su hermano y obligó a Otilia a vivir con los sirvientes de su castillo. Al alcanzar la juventud, su padre decidió prometerla en matrimonio lo que provocó que Otilia, que había jurado los votos monásticos en secreto, huyera y se refugiara en un monte de la Selva Negra. Allí construyó un altar del que brotó un manantial que pronto atrajo a multitud de peregrinos, ya que se decía que curaba las enfermedades de los ojos. Su fama se extendió rápidamente y llegó a oídos de su padre que viajó en su busca para convencerse al fin de su santidad. Por ello le regaló el castillo de Hohenburg (hoy conocido como Odilienberg o Mont Saint Odile) para transformarlo en un monasterio del que Otilia sería primera abadesa y que se regiría por la orden benedictina. Junto al monasterio fundó un hospital y la iglesia de San Juan Bautista, templo donde falleció el 13 de diciembre del año 720 d.C. y donde se conserva y venera su cuerpo (Figura 1).